Registros de la Scaloneta: los muchachos que dejaron de admirar al mito de Messi para construir con él la identidad de una selección inolvidable; un recorrido de gloria único e irrepetible.
Esta selección reescribió la historia. Logró cambiar la canción típica del equipo nacional. El “¡Vamos, Vamos, Argentina, vamos, vamos a ganar!”, quedó en el archivo tras casi 50 años de hegemonía con un pequeño interregno de “Brasil decime qué se siente”, en 2014. El 9 de septiembre de 2021 un hincha llamado Fernando Romero se puso a cantar con unos amigos su formidable creación llamada “Muchachos”, una adaptación del tema de La Mosca. El periodista de TyC Sports Matías Pellicioni puso el micrófono y su sensibilidad para capturar el momento. La escena, repleta de barbijos por la pandemia de COVID 19, transcurría en el Monumental donde el flamante campeón de América retomaba su camino a Qatar 2022 ante Bolivia por las eliminatorias.
Antes del 3-0 con triplete de Messi, la nueva melodía se estrenaba y marcaba un cambio de época, sin que nadie lo supiera en ese momento. Luego, se les ganó a todos, se ganó todo. Si faltaba tildar un casillero era repetir ante Brasil en el Maracaná, por eliminatorias, y provocarle la primera caída en la historia. Misión cumplida antes del aniversario de Qatar.
En ese 2021, el equipo ya tenía nombre propio. La Scaloneta había nacido como consumo irónico frente a un técnico debutante y sorpresivo más algunas actuaciones flojas como un amistoso ante Venezuela en marzo de 2019 y el comienzo de la Copa América de ese año con caída ante Colombia y empate contra Paraguay gracias al penal atajado por Armani. Había nacido como burla y pocos lo habían interpretado como apoyo a esa apuesta del presidente de AFA, Claudio Tapia. El sufijo “eta” es un invento de la hinchada de San Lorenzo cuando bautizó Cicloneta a una buena formación de reserva en la década del noventa. Luego la adaptación más frecuente se dio con el apodo o el apellido del personaje. En este caso, la canción propia y el nombre propio surgieron como efectos virtuosos de una revolución futbolística.
Las primeras señales llegaron con la primera convocatoria de Scaloni para el debut ante Guatemala y Colombia. En la mitad de la cancha jugaron Palacios, Paredes y Lo Celso para el 3-0 ante los centroamericanos. La tan reclamada renovación se dio con el molde de los mediocampistas. Los volantes trotadores y posicionales les dejaron su espacio a los dinámicos, con presencia en ambas áreas. De Paul asomó en la doble fecha siguiente en un 4-0 ante Irak.
Messi se sumó para aquel feo 1-3 con Venezuela en Madrid. Regresó al equipo tras el 3-4 contra Francia en Kazan con nuevos compañeros y sin viejos líderes. Le tocaba a él comandar la transición. La primera cena del plantel fue un espanto. No hubo diálogo. Los chicos no podían dejar de mirar al mito mientras comía, todo en silencio. El otro Lionel se dio cuenta y, días después, lo dijo en una nota con el diario La Tercera de Chile: “Deben empezar a tratarlo como si fuera uno más”. Paredes y De Paul tomaron cartas en el asunto. Literalmente. El truco y el mate sirvieron para acercar a las partes. Descolgar el póster fue un proceso para el grupo y aquel suceso madrileño significó el comienzo.
Messi no viajó a la siguiente escala en Marruecos y desde Barcelona mandó un mensaje integrador durante una entrevista por radio con Martín Souto y Pablo González. Esa nota define su liderazgo de estos casi cinco años posteriores. ¿Nace allí el mejor ciclo del seleccionado argentino de toda su historia? Todavía no. Son señales pero no alcanzan.
Llega la Copa América de 2019. El arranque es malo. El equipo está obligado a ganarle al invitado Qatar para meterse en cuartos. Scaloni cambia. Saca a Roberto Pereyra y pone a Kun Agüero. Arma el eje del MAL (Messi, Agūero, Lautaro). Pero hay algo más importante. Nace el LPD. Lo Celso, Paredes, De Paul arman el centro del campo. Gana Argentina 2-0 con goles de Agüero y Lautaro.
En cuartos derrota a Venezuela con goles de Lautaro y Lo Celso. Luego viene la derrota con Brasil en semis, el bronce ante Chile y el protagonismo mediático de Messi con insultos, acusaciones a Conmebol y su no presentación en la ceremonia de medallas tras la insólita roja en el partido por el tercer puesto. Ahora sí tenemos equipo. Ahí empieza todo. Nace la criatura.
Ya estaba listo para buscar la Copa América en 2020 pero la pandemia modificó fecha y sede. La demora le vino bien. Tras la reanudación del fútbol en todo el mundo, Argentina encontró su arquero y su primer central. El Covid de Armani permitió la irrupción de Dibu Martínez. La inclusión de Cuti Romero, brillante en Atalanta, también era una cuestión de tiempo. Llegaron en el momento más oportuno, antes de la Copa América 2021. El equipo los necesitaba. Di María nunca se rindió. Aportó todos sus recursos y esa mentalidad a prueba de adversidades. Había equipo, plantel y grupo. Estaba listo y preparado para reescribir la historia en el Maracaná y ante su clásico rival. El 10 de julio de 2021, Angelito definió como él sabe ese pase largo de De Paul, inmenso aquella noche.
Argentina supo sufrir y aguantar la embestida brasileña de los últimos minutos. Gritó campeón después de 28 años. Hizo feliz a casi el 60% de la población sin registro vívido de una consagración argentina. Los sub 30 nos contagiaron con su entusiasmo a los que ya estábamos curtidos por las frustraciones anteriores. Identificados con la causa desde la Copa América 2019, creyeron siempre.
Ese logro significó el comienzo de un año y medio irrepetible. No es normal lo que hicieron. No se conformaron con ese éxito histórico. Quisieron más gloria. Jugaron cada vez mejor. Sandunga ante Italia en la Finalissima de Wembley. Desfile en la eliminatoria sudamericana camino a Qatar sin perder un solo partido. Un recorrido que generó identificación y sentido de pertenencia.
El vínculo entre ellos se fortaleció. Armaron una familia en modo viaje de egresados permanente. Dentro del campo, fluye la mezcla entre simplicidad, estética y eficacia. El orden defensivo a partir del 4-4-2. La desorganización organizada para atacar con mucho juego interior: posesiones largas y pases cortos a través de paredes y triangulaciones.
La etapa final previa al Mundial 2022 sirvió para potenciar aún más al plantel con las apariciones de Julián Álvarez (campeón de América pero lejos en la rotación), Enzo Fernández y Alexis Mac Allister: jóvenes, talentosos, inteligentes y descarados para jugar sin dejarse intimidar por el contexto. Ellos crean el contexto más allá del rival.
El sorteo del 1° de abril de 2022 había deparado una zona que podía considerarse liviana, pero el estreno fue la debacle. Arabia Saudita sacudió al mundo entero con ese 1-2. La pelota pesó muchísimo ante México pero Messi y Enzo Fernández salieron al rescate. Alexis y Julián brillaron con Polonia y no salieron más. El equipo se fue armando durante la Copa del Mundo, como suele ocurrirle a los seleccionados campeones.
Legendario Messi ante Australia en octavos. Sublimes Leo y Dibu contra Países Bajos. Control total ante Croacia en la semifinal. Pase definitivo a la inmortalidad en la final más extraordinaria de la historia del deporte profesional. Festejamos todos. Seis millones de argentinos salieron a las calles. El equipo ya tenía canción propia, nombre propio y al pueblo de su lado.
Desde el 18 de diciembre de 2022 tiene la Copa del Mundo. Ya pasó un año. El tiempo vuela pero ese instante del penal de Montiel quedará detenido en nuestra memoria para siempre. Allí cambió la historia.
Por: Juan Pablo Varsky (La Nación)
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