La PASO expuso la magnitud de la crisis de representación. ¿Por qué en La Rioja la casta no es un concepto abstracto? ¿Milei tocó su techo o tiene posibilidades de seguir creciendo? Un fenómeno internacional, con matices locales y que al mismo tiempo nos interpela en lo más profundo del sistema democrático.
Sorpresa, preocupación, incertidumbre y especulaciones, todo eso nos dejó el domingo electoral. El diputado nacional Javier Milei fue el candidato presidencial más votado en la Argentina, imponiéndose en 16 provincias y en el caso de La Rioja superando el 35% de los votos. Las urnas emitieron un mensaje que abre tantos debates como dudas sobre qué podría ocurrir en octubre.
Para quienes estamos convencidos que un Gobierno de “La Libertad Avanza” sería negativo para las grandes mayorías sociales del país y de la Provincia, este proceso nos interpela y obliga a repensar el entramado social.
Enojarse o descalificar al votante del dirigente libertario sería caer en un proceso de simplificación que no permitiría entender lo qué está pasando. Y a la luz de los resultados de las PASO, ese error ya lo venimos cometiendo hace bastante tiempo al subestimar el proceso social que está en juego.
Para comenzar, Milei no es un fenómeno exclusivamente local.
El psicólogo y analista político Jorge Alemán escribió: “Se produjo un corte histórico que dio lugar a un nuevo tipo de subjetividad neoliberal y autoritaria. Con una importantísima legión de seguidores que ya no disponen del punto de anclaje que les permita una lectura retroactiva de los legados e incluso de la propia historia personal”.
Las experiencias de España con Vox, Estados Unidos con Trump o el Brasil de Bolsonaro son mencionados por el autor, al mismo tiempo que destaca el impacto de la pandemia en la visibilización de estos movimientos. Todo ello nos lleva a pensar que estamos frente a un fenómeno mundial, de dirigentes políticos de extrema derecha que logran llegar con su discurso a sectores que en principio se verían perjudicados por sus gestiones de Gobierno pero que igual los votan.
Y quizás ahí esté uno de los ejes a debatir: las categorías de análisis que usamos o los conceptos que aplicamos para describir lo que está pasando están fuera de tiempo. Esta misma semana, la candidata presidencial de la Izquierda, Myriam Bregman, planteó: “Vos ves al pibe de Rappi que no tiene aguinaldo, no tiene vacaciones, no tiene ART, pedalea todo el día para ganarse el mango arriba de una bicicleta y piensa: ¿Qué derechos me van a sacar? ¿La Bici?”. El mismo razonamiento puede realizar un trabajador precarizado del Estado riojano.
Alemán dice que estos sectores sociales no tienen una lectura de su propia historia personal, de los beneficios o derechos que tienen gracias al Estado. Y aquí emerge otro elemento: la política no aparece hoy como algo cercano a la vida cotidiana de las personas.
Desde hace tiempo escuchamos frases como: “A mí no me cambia nada quién gane, me levanto igual a la misma hora a trabajar”. “Así no se puede seguir”. “Esto ya está mal, entonces que se termine de pudrir”. “Yo lo que quiero es que se vaya este Gobierno”.
La política no logra desde hace tiempo mostrarse como una solución a los problemas de la sociedad. Y con un agregado, en aquellos casos donde si logra dar respuestas, la comunidad vive esas acciones como si fueran un derecho adquirido naturalmente y no como una respuesta del aparato burocrático estatal.
En Argentina el Estado estuvo presente en la pandemia con una campaña de vacunación gratuita, asistiendo a miles de argentinos en los hospitales públicos o con apoyo económico directo a los comercios que estaban cerrados en la “Fase 1” y que si se aplicara la ley del libre mercado de oferta y demanda sin intervención estatal se hubieran fundido.
En el caso de La Rioja miles de personas viven en casas que si no fuera por la presencia del Estado no hubieran podido construir y hoy pagan montos de cuotas irrisorios para ser propietarios (algo impensado en otros países). Sin dudas que también se puede mencionar el acceso al sistema educativo de manera gratuita o el sistema de salud, acciones del Estado que directamente no existen en la mayoría de las naciones del mundo.
Sin embargo, para millones de argentinos la política y el Estado no se asocian con esos logros, sino que se vinculan con la corrupción. Y aquí entramos en otro aspecto del análisis y quizás uno de los principales además del económico.
Es cierto que el concepto de la “casta” que instaló el candidato presidencial libertario navega sobre una crisis de representación que lleva décadas y que no pone en debate a otros sectores de la sociedad. Hablar de la política como algo malo permite sacar del foco a empresarios, la Justicia, los medios de comunicación, los periodistas o el poder económico. Y de esa manera, provoca que la clase dirigente funcione como un “chivo expiatorio” en el cual muchos argentinos encontramos una manera de no hacernos cargo de nuestras propias incoherencias y fracasos.
Sin embargo, en una población chica como la riojana, no podemos dejar de pensar que cada vez que un riojano se para en un semáforo y ve que algunos de sus representantes tiene un vehículo cuyo costo no condice con sus ingresos como funcionario público o equivale a varias decenas de veces el salario mínimo estatal, la casta deja de ser una idea abstracta y se patentiza en una cara, una camioneta, una vivienda lujosa y deriva en un sentimiento de rechazo (quizás las palabras más precisas serían odio y resentimiento) que también se debe tener en cuenta para pensar lo que pasó al abrir las urnas hace una semana.
Dejando de lado a los adherentes a la teoría de la escuela económica austríaca y las propuestas de Milei, una gran parte de la construcción política de los libertarios es por oposición a lo establecido y quizás para algunos de sus votantes es más sencillo decir a qué se oponen que explicar las posibles acciones de un Gobierno gestionado por “La Libertad Avanza”.
El proyecto político libertario se construye sobre los fracasos de la democracia y también sobre la invisibilización de sus logros. Los errores que el sistema no pudo resolver en todos estos años potencian el posicionamiento de un outsider de la política que habla de “castas” y logra conectar con ciertos sectores sociales que culpan justamente a esas “castas” de sus problemas, a veces con razón y otras no.
Milei es un producto directo de los fracasos económicos de la gestión del ex presidente Mauricio Macri y de la actual administración de Alberto Fernández. La espiral inflacionaria, el aumento de la pobreza, la pérdida sistemática de poder adquisitivo de los trabajadores asalariados y el empeoramiento de las condiciones de vida de miles de argentinos funcionan como combustible del vehículo libertario.
Hace un par de años pensar que un candidato que propone la libre venta de órganos o el arancelamiento de la escuela pública sería el más votado en una elección presidencial era un delirio. Y en el fondo mucho más preocupante que las ideas del diputado nacional Milei es que un 30% del electorado del país desee que sus propuestas se apliquen.
Milei dijo explícitamente con el periodista Alejandro Fantino: «Mi horizonte es sacar la coparticipación nacional”. La Rioja recibe el 2% del reparto de esos recursos y aporta el 0,2 del PBI. ¿Cómo imaginan los riojanos que lo votaron que va a financiarse la Provincia en caso de que se elimine la coparticipación nacional de impuestos?
La pregunta más importante de cara al proceso que se viene en los próximos 60 días es la siguiente: ¿El diputado nacional y candidato a presidente llegó a su techo electoral en las PASO o habrá un efecto contagio por haber ganado y ahora sumará más votos? La respuesta a esa pregunta definirá el futuro del país en los próximos cuatro años.
Este proceso nos interpela, si no aprendemos rápido de los errores que cometimos y nos llevaron a esta situación podemos entrar en un proceso político de imprevisible destino. ¿Hay tiempo en los dos meses que faltan para la elección general para cambiar este clima de época?
Y al pensar el clima de época también se puede sumar un aspecto: hay un candidato que propone soluciones inmediatas (cuasi mágicas) a una comunidad que se acostumbró a tener todo a un click de distancia. Quizás las promesas de soluciones inmediatas también funcionan como un elemento motivacional de este voto.
La dirigencia política tradicional se debe un debate profundo y asumir sus grandes responsabilidades en lo que está pasando, los medios de comunicación tenemos que analizar a quién y cómo lo llevamos ante la agenda mediática, qué le preguntamos y qué le repreguntamos. Pero quizás lo más importante es que la sociedad debe preguntarse en qué país quiere vivir y tomar conciencia de la trascendental decisión que tomará el 22 de octubre.
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