by Emanuel Hernadez | 10 julio, 2018 5:48 pm
Con un cabezazo de Umtiti, le ganó a una brava Bélgica y jugará el partido decisivo. Ahora espera por Croacia o Inglaterra, que juegan este miércoles.
¿Cómo no festejarlo así? ¿Cómo no preparar el champagne?Porque cuando no llega por abajo, tiene otros recursos. Porque tiene a Mbappé. Porque Kanté corrió hasta los suplentes. Porque corrigió la marca de Hazard cuando Bélgica lo controlaba. Porque Lloris sacó las que tenía que sacar. Porque Griezmann piensa mejor que los demás. Porque sin brillos, supo ganar en los detalles. Porque los centrales se bancaron a esa bestia de Lukaku. Porque la suerte también le dio un guiño. Porque Francia prepara el champagne con este 1 a 0 sobre Bélgica que lo pone en la final de la Copa del Mundo.
Para ser finalista, Francia sufrió mucho con una Bélgica que jugó como llegó, que fue fiel a sus principios futboleros, que dejó la marca de Hazard y De Bruyne como de los mejores de la Copa. Cuando a los 15 segundos de partido Mbappé había puesto sexta marcha pasando a dos belgas como si fueran turistas, la sensación fue de una Francia arrolladora. Cuando a los dos minutos Eden Hazard encaró por la izquierda mientras Pavard andaba con el google maps rastreándolo, la señal fue que Bélgica sabía también por dónde lastimar. El tema es que cuando dos equipos manejan tanta riqueza técnica y demuestran la capacidad táctica para cambiar posiciones un partido se enriquece aunque a los dos les faltara esa explosión final.
Los franceses que decidieron o se vieron forzados a cederle la iniciativa a Bélgica pero siempre con esa amenaza de contra a mil por hora. Kanté (¿había uno solo en la cancha?) corría a todos, Pogba intermitente, los espacios los encontraban la dupla Griezmann-Mbappé, que amagaron más de lo que se encontraron.
Bélgica aceptó controlar la pelota y entonces se la dio a un crack. Un enganche con pausa de Riquelme pero con velocidad de primer mundo: Eden Hazard, que jugaría el mejor primer tiempo del Mundial. Arrancando siempre por izquierda, pero encontrando la forma de hacer la diagonal justa para encontrarse con Lukaku. Estaba intratable y ni Kanté, y esto ya es decir mucho, lo podía encontrar.
Deschamps, en realidad todo el estadio, se dio cuenta de que debía cortar los circuitos alrededor del 10 belga y atrasó un poco a Matuidi para acompañar a Pavard. Hazard siguió siendo imparable pero ya le llegó menos juego y empezaron a cortar la conexión con De Bruyne. Y así llegaron un par de contras en las que Griezmann conectó con Mbappé y Giroud hizo extrañar a Benzema…
Lo imprevisto sigue teniendo al fútbol por encima del resto. Bélgica jugaba y jugaba, tocaba para un lado y para el otro y llevaba el desarrollo a su juego. Pero un corner, una jugada de pelota parada, Umtiti que le ganó por un rulo a Fellaini y el partido que cambió, de la nada, totalmente. Porque la necesidad siempre trajo riesgos. Bélgica no claudicó con sus ideas de cómo jugar, pero ya debió resignar recuperación metiendo a Mertens por Dembele mientras Francia se relamía por las posibilidades de contra que iba a tener. Y tuvo. Porque Mbappé volvió a mostrar su sexta marcha y a tirar el “mejor lujo” del Mundial, porque no sólo fue fantástico, sino que se trató de una asistencia maravillosa con pisadita y taco.
La semi se hizo repetida. Con uno desesperado pero sin olvidar sus principios y el otro aguantando con la amenaza latente de su número 10. Hazard despertó por un rato, Griezmann amenazó por el otro. El partido se picó un poco pero ya estaba resuelto. Porque encima ni la suerte de algún rebote perdido se le iba a dar a Bélgica. El champagne era para uno solo, el que el domingo juega la final.
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