A una semana de ir a votar nadie tiene certezas sobre lo qué dirán las urnas. El país frente a una decisión que marcará a las próximas generaciones. El impacto en lo económico, las pocas posibilidades de pensarnos a largo plazo y el impacto sobre el Gobierno local. La historia nacional como un valor positivo.
En el mundo occidental hay una radicalización de los sistemas políticos.
Lo que está pasando en España con la incertidumbre sobre la formación de un nuevo Gobierno, en Estados Unidos con la inédita salida del presidente de la Cámara de Representantes luego de ser acusado por sus propios correligionarios Republicanos de “moderado” o el proceso peruano que lleva años sin poder consolidar en el tiempo a un mismo presidente, son ejemplos de un clima de época bastante extendido.
En el caso argentino, esa profundización de los esquemas ya existentes llega a un paroxismo con estas elecciones. Por tomar un ejemplo paradigmático: no tenemos certeza de cuál será la moneda nacional dentro de un par de meses.
Los tres candidatos con más chances de ser electos proponen tres ideas diferentes en este tema central para cualquier economía del mundo. Sergio Massa postula la continuidad del peso, Patricia Bullrich un sistema bimonetario entre el dólar y el peso y Javier Milei la tan mentada dolarización.
No deben existir muchos países del mundo occidental que no sepan cuál será su moneda nacional dentro de un par de meses. Y esa falta de certezas condiciona cualquier proyecto.
¿Qué empresario nacional o extranjero puede pensar en una inversión económica a mediano plazo si no tiene ni siquiera la referencia de la moneda con la cual realizará las transacciones comerciales o el precio relativo que sus productos tendrán en el mercado mundial?
A nivel local, quizás haya una sola certeza y no es positiva: Ricardo Quintela tendrá un segundo Gobierno muy condicionado en términos económicos.
Ningún economista anticipa meses sencillos. El nivel de deuda contraído con el Fondo Monetario Internacional (y por ende los compromisos de pagos que existen para los próximos años) y la necesidad urgente de generar un descenso en el proceso inflacionario, sin dudas implicarán en algún momento una reducción de la presencia financiera del Estado.
Está claro que ese combo tiene varias recetas para ser resuelto y que depende el candidato presidencial electo las decisiones que se tomen serán diametralmente opuestas.
Sin embargo, también es evidente que la próxima gestión del actual Gobierno provincial estará condicionada por una reducción de la presencia del Estado nacional y de la llegada de recursos. Quintela tendrá que convivir con un escenario de mayor austeridad y eso implicará estrategias de gestión distintas a las que vimos en estos primeros cuatro años.
Hace unas semanas el periodista económico Alfredo Zait dijo que algunos economistas se volvieron «expertos en pronósticos errados».
Esa expresión hoy se puede extender a los analistas políticos, nadie sabe qué pasará y estamos divagando más sobre la duda que sobre la certeza, en una trampa circular donde nuestras propias incertidumbres generan más especulación y sobre alimentan la ansiedad de una sociedad absolutamente desconcertada sobre lo que ocurrirá en una semana.
¿Estamos seguros que habrá segunda vuelta electoral? ¿Hay chances de un triunfo de Milei en primera vuelta? ¿Quién ganará en el estamento de senadores nacionales en La Rioja? ¿Quiénes serían las dos fuerzas políticas que estarían en el ballotage y cuál no? ¿Aumentará la cantidad de votantes en relación con las PASO?
La única certeza en este maremoto emocional es que la decisión que tomemos dentro de siete días marcará el futuro de la Provincia y del país por los próximos decenios. Lo que no está para nada claro es qué decidiremos.
Este texto está cargado de una mirada muy negativa sobre el tiempo histórico que nos toca vivir. Quizás la palabra más precisa es hastío. Este comentario político es la expresión de un cierto cansancio personal ante el vendaval de errores propios, ajenos y colectivos que nos llevaron a este lugar.
Se pueden mencionar: los yates en el Mediterráneo, las peleas internas del “Frente de Todos”, la inflación desbocada, el fracaso económico de “Juntos por el Cambio” en su anterior gestión y el endeudamiento sin precedentes con el FMI, los miles de riojanos que vivimos del Estado pero nos creemos emprendedores privados que no le debemos nada a nadie, los estudiantes de la Universidad Pública que votan a Milei, las incoherencias de ver la corrupción en la vida ajena y no en los privilegios propios y la dolarización como una falsa profecía de solución mágica que solamente traerá más pobreza a millones de argentinos.
Sin embargo, hay un elemento de nuestra historia que se puede marcar como positivo y es la propia trayectoria nacional de superación de crisis.
Fueron tantas las oportunidades en las cuales nos caímos y nos volvimos a poner de píe, que la resiliencia ya es como una parte esencial de nuestro ADN colectivo, es un elemento que funciona como una herramienta que permite pensarnos en positivo de cara a los próximos años.
Pase lo que pase, nos volveremos a levantar. Ya lo hicimos muchas veces, lo volveremos a hacer.
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