En 70 días la Capital cambia de gestión. Números y contexto para entender qué problemas deberá enfrentar en sus primeros meses. ¿Qué pasará con los parques de la ciudad? ¿Cómo será el gabinete? El error que el nuevo Intendente no puede cometer.
Esta semana en “Riojavirtual Radio” el subsecretario de Hacienda de la Municipalidad de Capital, José Gaspanello, confirmó que la comuna recauda menos del 10 por ciento de los recursos que necesita para funcionar mensualmente y que el nivel de evasión en la contribución inmobiliaria alcanza al 70 por ciento.
Y 24 horas después, la propia intendenta, Inés Brizuela y Doria, aseguró en el mismo medio radial que la tasa de alumbrado -que era la principal fuente de financiamiento del municipio hasta el año 2017 cuando el Gobierno provincial la modificó- hoy es deficitaria y que la Municipalidad le debe dinero a la empresa de energía EDELaR.
En ese contexto, en 70 días la ciudad más poblada de la Provincia cambia de conducción política y Armando Molina tomará posesión del sillón del Palacio Juan Ramírez de Velasco por los próximos cuatro años. El escenario económico claramente no es sencillo.
A los problemas financieros antes mencionados se debe agregar que hoy la comuna casi no tiene camiones de recolección de residuos propios que permitan cumplir con ese servicio esencial, entonces debe alquilar unidades a una empresa privada. El contrato con esa prestataria finaliza en el mes de enero y el nuevo Intendente deberá decidir qué hacer con ese servicio que hoy está concesionado.
Y también tendrá que resolver el problema de la deuda acumulada desde febrero cuando la comuna dejó de pagar las liquidaciones de terceros en los sueldos de sus empleados.
Más allá de que la Municipalidad dice que el problema es porque la Provincia envía menos recursos y el Gobierno provincial sostiene que la comuna debe destinar los fondos que recibe desde Nación para pagar estos ítems. La realidad es que hay cerca de 2.000 trabajadores municipales que están afectados por esta situación y tienen limitado el acceso al crédito, además de una deuda con entidades financieras que se va acumulando mes a mes.
Por otra parte, todo indica que el primer trimestre de la administración no será simple en material vial, porque al pésimo estado general que las calles presentan hoy, se deberán sumar las fuertes tormentas que nos están acostumbrando los últimos veranos riojanos y la obra de la remodelación del centro de la ciudad que desarrolla la Provincia (presenta una demora en el tiempo que viene generando un profundo malestar en los vecinos en general y en los comerciantes en particular).
¿Qué pasará con la llegada de Uber y el rechazo de taxistas y remiseros a esa posibilidad? ¿Qué ocurrirá con la concesión del estacionamiento medido hoy judicializada? ¿Qué resolución se tomará con la situación de los miles de trabajadores precarizados que cuentan con un decreto de designación en planta permanente de la actual gestión pero que no cobran como tales desde hace dos años?
Por otra parte, hay un dato al cual habrá que prestarle especial atención: la nueva gestión municipal podría tomar la administración de los parques de la ciudad. En el entorno del nuevo intendente ya se trabaja en la posibilidad de que el Parque de la Ciudad, el Parque de las Juventudes, el Felipe Varela y el de la Familia pasen a la órbita municipal.
¿Y el nuevo gabinete? Por ahora hay un único nombre confirmado: el de Fernando Torres, que viene trabajando desde hace tiempo en la secretaría general de la gobernación junto al nuevo jefe comunal. En el resto del equipo habrá designaciones que serán explícitamente coordinadas con el Gobernador.
El nuevo gabinete comunal tendrá un perfil similar al primer equipo que Quintela presentó en su llegada al Palacio municipal Juan Ramírez de Velasco en el 2003: funcionarios de carrera dentro de la Municipalidad, algunos dirigentes históricos del peronismo y profesionales del medio local que habitualmente no estaban asociados al ambiente político.
En todo este contexto, hay un error que la nueva administración no se puede permitir y es subestimar los problemas que la ciudad tiene.
Las últimas gestiones comunales partieron de esa equivocación, creyeron que la Capital tenía únicamente un problema de administración de los recursos y así lo expresaron en las campañas previas a llegar al cargo.
Sin embargo, la Municipalidad más grande de la Provincia presenta un problema financiero de base: tiene menos recursos que los necesarios para funcionar. Mientras eso no se revierta, el resto de las intenciones son solamente eso, intenciones.
La planta de empleados municipales que la Provincia no reconoce como designados desde el año 2015, la baja recaudación propia y el altísimo nivel de evasión impositiva, el exponencial crecimiento de la ciudad en las últimas dos décadas y el pésimo estado de las calles, se transformaron en un coctel que condiciona de manera directa la gestión que pretenda llevar adelante el intendente o la intendenta de turno. Después cada Gobierno municipal tendrá aciertos o errores propios, pero delimitados por ese marco.
Es cierto que esta nueva administración tiene una ventaja en la relación política y personal que Armando Molina tiene con Ricardo Quintela, pero el municipio no puede depender solamente de una “buena relación”, tiene que construir su futuro en bases institucionales sólidas que garanticen un proceso a largo plazo y que sean soluciones definitivas.
El nuevo Intendente tiene un primer desafío: diagnosticar correctamente la agenda de temas que lo espera para poder alcanzar soluciones definitivas. 212 mil capitalinos esperan que así sea.
comentarios
No puedes copiar el contenido de esta página.
Javascript no detectado. Se requiere Javascript para que este sitio funcione. Habilítelo en la configuración de su navegador y actualice esta página.