Quién fue San Cayetano, el santo patrono del pan y el trabajo

agosto 07 07:54 2019

Nació en Vicenza, Italia, en el año 1480. Profesó la austeridad y se atrevió a desafiar el status quo de su época creando la orden de los teatinos. Dio su vida por la paz y, tras su fallecimiento, fue declarado Santo por el Papa el 12 de abril de 1671.


San Cayetano nació el 1 de octubre de 1480 en Vicenza, Italia. Hijo de los Condes de Thiene, Gaspar y María Porto, recibió su nombre en honor a un tío que había muerto recientemente, un canónigo docente de Derecho en la Universidad de Padua. Él y sus dos hermanos, Juan Bautista y Alejandro, quedaron huérfanos de padre cuando apenas eran adolescentes.

En su juventud, Cayetano se interesó por la carrera de abogacía. En la facultad, llegó a ser elegido delegado estudiantil por sus compañeros y era alabado con frecuencia por sus profesores debido a sus altas calificaciones. Sin embargo, él no consideraba que estos fueran motivos para vanagloriarse. «Creo que valgo por lo que soy, y no por lo que los demás digan de mí», decía.

Su humildad sería una cualidad que lo acompañaría por el resto de su vida. En 1506, a los 25 años, fue nombrado protonotario apostólico en la corte del Papa Julio II gracias a las influencias de su familia. Entonces, uno de sus secretarios escribió: «A pesar del puesto; Cayetano no se da ninguna importancia. Viste con sencillez, atiende a todo el mundo aunque sea fuera del horario de oficina. Siempre activo donde lo necesitan. Trata a todos igual, ya sean ricos o pobres. Si mantiene esta actitud tan servicial llegará a ser un hombre muy importante».

Otra de las principales intereses de Cayetano fue bregar por mantener la paz entre los pueblos. Así fue como, junto a un grupo de diplomáticos, consiguió evitar la guerra entre la República de Venecia y los Estados Pontificios, cuyos resultados podrían haber sido desastrosos. Aquel acuerdo, en contra de sus propios deseos, le valió un enorme prestigio.

Así, quien más tarde en su vida llegaría a ser nombrado Santo comenzó a darse cuenta de que sus objetivos personales iban de la mano con el camino de la fe. «Siento que día a día mi vida suspira por amar a Dios. Mis años de abogado me enseñaron que el pueblo necesita palpar a Dios a través de las obras de los cristianos, de su acción, de sus enseñanzas, de su entrega. Quisiera hacer siempre la voluntad de Dios: esto deseo, y a esto aspiro. Ahora voy a dar otro rumbo a mi vida. Mi camino es dejar todo sin mirar atrás. Uniré mi propia vida a la Cruz de Cristo. Seré sacerdote«.

A los 36 años, el 30 de septiembre de 1516, Cayetano fue ordenado sacerdote y empezó su acción apostólica en Venecia. Entonces le preocupó el excesivo lujo de los palacios y la miseria de los suburbios. Fue así como se propuso «no dejar de luchar» por los más necesitados. Para mejorar el acceso a la salud, organizó el primer Hospital de Enfermedades Infecciosas. Pero a raíz de sus altos costos de mantenimiento, hubo un momento en el que no quedaba dinero para pagar el sueldo a los mejores médicos de la ciudad ni para alimentar a los enfermos. Entonces, Cayetano ordenó la venta de su biblioteca, lo último que quedaba de sus bienes. «Jamás dejaré de entregar lo mío a los necesitados hasta que me vea en tal pobreza que no me quede ni siquiera un metro de tierra para mi tumba, ni tenga un centavo para mi entierro», manifestó.

Mientras tanto, en Alemania Martín Lutero proclamó la separación del Papa y se independizó de la Iglesia de Roma. Al enterarse, Cayetano respondió con un nuevo proyecto: «Creo que la Iglesia es siempre la Iglesia. Como esposa de Cristo no tiene ninguna mancha, ninguna arruga, es blanca y pura; pero por culpa de los hombres aparece corrompida… Quisiera presentar ante los ojos del clero un grupo de sacerdotes que vivan juntos, cumplan con el celibato, no busquen el dinero, sepan ser pobres. Entonces el ejemplo arrastrará y comenzaremos la reforma desde nosotros mismos».

A pesar de la oposición de algunos asesores, el Papa Clemente VII aprobó el proyecto. Cayetano, con varios compañeros, aseguraron: «Somos célibes, como lo pide la Iglesia a todos sus sacerdotes. Queremos ser pobres: no poseeremos rentas, ni tierras. Solo aceptaremos las donaciones espontáneas del pueblo. La riqueza no da al clero ni paz ni libertad para el apostolado. No viviremos ni en conventos ni en monasterios, sino en casas sencillas. Tendremos un superior responsable y dependeremos directamente del Papa. Nos dedicaremos al estudio de la Biblia, a la liturgia, a ayudar a los presos, pobres, enfermos. Nos llamamos Clérigos Regulares«.

Los Clérigos Regulares vivían en Roma. Habían renunciado a todos sus bienes. Al grupo se unió un obispo, Monseñor Carafa, que con los años llegaría a ser el Papa Pablo IV. Todos se instalaron en una humilde casa de la calle Leonina, en un barrio suburbano. Los jóvenes romanos se entusiasmaron y tiempo después, la morada resultó chica. Entonces se mudaron a una nueva vivienda, en las afueras, casi pegados a la muralla de la ciudad.

El 6 de mayo de 1527, las tropas del emperador Carlos V saquearon Roma. Aunque el Papa logró huir por un túnel secreto, las tropas se apoderaron de los bienes, incendiaron casas, violaron mujeres y profanaron templos. Al llegar a la casa de los Clérigos Regulares, les exigieron dinero, a lo que los sacerdotes respondieron que eran pobres.

La tropa no les creyó y torturaron a Cayetano enganchando su cuerpo con una soga de la que tiraban a través de una polea, hasta que se desmayó. Luego, golpearon al resto de los compañeros y se alejaron furiosos. Otros soldados los encontraron y los llevaron prisioneros para pedir el rescate a sus familiares y les advirtieron que si no entregaban altas sumas de dinero morirían como otros rehenes. Cayetano y sus amigos se sintieron más que nunca en las manos de Dios.

Tras un banquete entre varios jefes, entusiasmados por el vino y la euforia, el líder de la guardia los dejó ir, convencido de que nadie pagaría por ellos. Todos huyeron de Roma en una barcaza y un barco de la República de Venecia los devolvió a la tierra natal. Entonces, Cayetano se trasladó a Nápoles y, sin perder un instante, refutó los argumentos de otros religiosos que se extrañaron de su extrema austeridad y su estilo de vida.

Posteriormente, fundó un refugio para prostitutas arrepentidas y tomó la iniciativa de tramitar el establecimiento de un Banco Popular que conceda crédito sin interés, quebrando así el criminal negocio de prestamistas usureros.

El pueblo de Nápoles se volvió contra el Virrey, representante de Carlos V. Las tropas españolas y napolitanas se enfrentaron duramente en las calles y en las plazas. Cayetano, con sesenta y siete años, buscó un acuerdo entre los rivales. Tras no conseguirlo, enfermó gravemente y pidió comulgarse. A las cinco de la tarde del 7 de agosto de 1547, Cayetano murió.

El pueblo le atribuyó la paz, porque los embajadores del Emperador trajeron un acuerdo justo. El 12 de abril de 1671, el Papa lo declaró Santo junto con Rosa de Lima y Luis Beltrán (ambos difusores del Evangelio en Latinoamérica), Francisco de Borja y Felipe Benicio.

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