De la mano de la causa judicial contra CFK quedó expuesta nuevamente “la grieta”. Este texto no es neutral, pero tampoco cree en buenos y malos. El negocio ideológico, económico y la pereza intelectual que se esconde detrás de creer tener la verdad.
Quizás no hay nada nuevo bajo el sol y el ser humano es el mismo desde hace siglos, los únicos cambios que se producen surgen de las revoluciones tecnológicas, que generan nuevas formas de expresarse y también modificaciones culturales. Pero en el fondo seguimos atrapad@s en las mismas angustias, pasiones, alegrías y miedos que Los Griegos ya describieron hace miles de años.
Hubo múltiples lecturas sobre la afirmación de que no existían los hechos sino las interpretaciones de los mismos y quizás después de esa aseveración de Nietzsche, todo se volvió de un relativismo insoportable dentro de las ciencias sociales.
Por eso las ciencias naturales siempre contaron con una mejor prensa, porqué creen que la verdad existe y que inclusive se puede llegar a ella mediante precisos pasos que tod@s aprendimos en la escuela a través del método científico. Entonces la Física o la Química tienen mejor marketing que la Antropología o la Filosofía, porque prometen certezas, verdades absolutas que nos dejarán tranquil@s en nuestro transcurrir por el mundo.
Quizás la única diferencia entre las dudas de siempre de la Humanidad y el tiempo actual sea el desarrollo tecnológico de la época, la masificación del acceso a la información y sus consecuencias culturales.
En este contexto histórico, el filósofo coreano Byung-Chul Han se volvió el referente de moda y su descripción de una dictadura de la información, acompañada por una infodemia (exceso de información sobre un determinado tema) son replicadas por much@s.
«Este nuevo nihilismo no supone que la mentira se haga pasar por verdad o que la verdad sea difamada como mentira. Más bien socava la distinción entre verdad y mentira. Más bien es indiferente a la verdad de los hechos. En la infocracia las disputas políticas no degeneran en un espectáculo sino en una guerra de información. El intento de combatir la infodemia con la verdad está condenado al fracaso. Es resistente a la verdad, vivimos en una caverna digital», plantea este autor.
Las noticias falsas marcan la época, con millones que las viralizan, pero pasando por un estadio previo que es clave para entender el momento que nos toca vivir: les resulta verosímil lo que esa noticia falsa les plantea porque coincide con sus prejuicios, que a su vez se alimentan de esas noticias falsas (en un bucle infinito).
Llevo varios párrafos y todavía no dije la palabra mágica: “Cristina”.
Esa palabra que desde hace unas décadas se volvió sinónimo de silencios familiares para no despertar el conflicto del asado dominguero o de gritos desaforados que son la expresión de los enojos colectivos. Una palabra que provocó la ruptura de amistades, y el surgimiento de otras en las cuales lo único que l@s une es justamente su posición frente a ella.
En realidad, “Cristina” es en términos de Ernesto Laclau un “vacío significante”, una palabra que cada un@ va a llenar con el significado que quiera. Como el peronismo o como el anti peronismo, como Justicia, como gastos necesarios o innecesarios o como verdad.
Es decir, “Cristina” va a ser una definición política que cada un@ va a completar de acuerdo a sus ideas, “Cristina” es para quienes la aman y para quienes la odian mucho más que ella, es la posibilidad de expresar en ella sus sentimientos/ideas previas.
Tampoco es ninguna originalidad en nuestra historia lo que está pasando, antes hubo palabras como “Evita”, “Perón”, “Yrigoyen”, “Rosas”, “peronismo” o “radicalismo”.
No hay en la grieta argentina de los últimos años un planteo novedoso. Se repite en este país desde hace décadas y en el mundo podemos ver que los procesos políticos en España, Estados Unidos, Brasil o Finlandia por estas horas, son expresiones de los mismos escenarios.
Esta semana se conocieron los índices de audiencias en el AMBA y las tres radios AM más escuchadas son emisoras con posturas extremas en relación a “la grieta”, medios de comunicación que hablan de “buenos” y “malos”, con públicos que conforman comunidades que repiten esos discursos convencid@s de haber accedido a la verdad.
Queda claro que “La grieta” es un gran negocio económico y much@s se están aprovechando de eso, como ocurre en Estados Unidos con las cadenas de noticias “Fox” o “CNN”. Le hablan a su propio público, dejaron de lado la intención de ser medios masivos y pluralistas, para pasar a ser medios realizados para “comunidades leales” a las cuales les dicen lo que esperan escuchar o ver.
Este texto no pretende una falsa neutralidad que no existe.
Los seres humanos somos subjetivos, creemos en determinadas ideas y esas ideas funcionan como preconceptos que condicionan nuestra percepción de la realidad, la interpretan desde un lugar determinado. Yo voté al “Frente de Todos” en 2019 y lo volveré a hacer en el año 2023, estoy de un lado de la grieta, soy peronista y veo la realidad desde esa vereda del mundo, con todas las contradicciones e incoherencias que ese lado incluyen. Y de las cuales también soy parte.
El planteo es otro, es pensar que estamos atrapad@s en una dinámica en donde algunas preguntas y sus posibles respuestas son muy elocuentes del tiempo que nos toca vivir: ¿Cuántas personas conocemos que cambiaron de ideas políticas en los últimos diez años? ¿Cuánta gente consume un medio de comunicación que expresa ideas diferentes a lo que ell@s mismos ya piensan antes de prender ese televisor, esa radio o ese celular? ¿Alguien se expone a otras ideas? ¿Alguien modificó su posición sobre la causa Vialidad después de escuchar el alegato del fiscal Luciani o la respuesta de la vicepresidenta?
La grieta aparece como un lugar de cierta pereza intelectual, porque me permite dejar de pensar. Si yo ya tengo la verdad, ¿Para qué voy a escuchar a otr@s que piensen diferente? Es más sencillo creer que estoy del lado de “los buenos” que tratar de interpretar qué les pasa a “los malos”, por qué piensan como piensan. Algun@s autores llegan a plantear que no hay verdad o dato objetivo que perfore una creencia.
¿A quién le importa la verdad? O quizás sería todavía más interesante interrogarse: ¿Es mentira la verdad?
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